Leccion de vida

Nunca me gustó el queso. Jamás. Parece un problema menor, pero sólo porque no se pusieron a pensar en la cantidad de cosas que tienen queso. Las fiestas de cumpleaños eran un martirio, excepto cuando estaba con papá, él siempre se encargaba de la feta de queso que me sobraba. Pero, a pesar de mi corta edad, la solución me era muy clara. Cuando fuera grande tenía que casarme con alguien a quien no le gustara el jamón. Entonces cuando fuéramos a una fiesta, él se podía quedar con mi feta de queso y yo con su feta de jamón, y yo tenía el doble de jamón y él el doble de queso. Y el amor es eso, encontrar a alguien que sea feliz comiéndose el queso de tu sándwich

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